Escrito el 24 de Octubre de 2013
"Nada, realmente nada, pero sucede que nada más nada no da nada sino que a veces da un poquito de algo."
— Julio Cortázar
Después de un nuevo fracaso amoroso el mundo se desmorona, es necesaria toda una reconstrucción de nuestras vidas para volver a acostumbrarnos a estar solos. Es un proceso extraño, aún cuando, como en mi caso, se está preparada hace tiempo para él; nunca se da uno cuenta de la ridícula cantidad de hábitos compartidos adquiridos hasta que se acaba la relación. Es un proceso cansón: recoger las fotos, cartas, boletos, regalos, pertenencias y demás estupideces que nos lleven a recordarlo, y esconderlas en el último cajón del closet. Es un proceso largo: están las interminables noches de lágrimas y recuerdos, los días de fiesta desenfrenada, las despertadas en las madrugadas, las 200mil repeticiones de las canciones que nos cuadran perfecto, los caminos cerebrales que siempre nos hacen volver a esa persona. Es un proceso fastidioso: justo cuando uno comienza a ver la luz al final del camino le llega el chisme de que ya está saliendo con otra, y empieza todo de nuevo. En resumen es lo peor.
Pero uno va poco a poco, quemando cada etapa y quitándose esa piel vieja y maloliente que dejan los viejos amores y aflora una piel nueva y resplandeciente que nos recuerda lo linda que puede ser la vida de soltería, nos volvemos a enamorar de nosotros mismos, de nuestros silencios, de nuestros cuerpos, de nuestros espacios. Nos volvemos a redescubrir y hasta a reinventar, cuando pasa todo, reflexionamos en lo que no volveremos a hacer, en lo que no queremos tener de nuevo en una relación, en realidad, NO queremos saber de una nueva relación. Y así estaba yo, saliendo de mi proceso de superación de un despecho, readaptándome a mí misma, creyendo fielmente que "todos son iguales" y disfrutando mi vida cuando apareció él.
Sí, ese él que no estaba buscando y probablemente ese él que no estaba lista para encontrar todavía. Era un sábado, jugaba Colombia a las 3 de la tarde, salí de mi casa a las 3.30 (tarde como siempre), después de un partido sufridísimo, logramos la clasificación al mundial, nos pasamos de emoción en la celebración y nos echaron de la discoteca. Como en cualquier otro día de histeria nacional, no nos importó y nos fuimos para otra, del cansancio, entre otras cosas, todos se fueron a las 11 de la noche a dormir, pero yo emocionada con mis nuevos fines de semana de soltería accedí a seguir la rumba en otro lugar...
Y en ese otro lugar, lo conocí... Y aunque no puedo garantizar nada por ahora, desde que lo vi sentí que respiraba un aire nuevo, que ya no importaba todo lo que había pasado antes de él, que la vida es linda, que por algo mi poema favorito es "oda a la vida", él es ese olor a menta que tiene la vida entre los senos, es una de esas pocas personas que al mirarlos te cambian las perspectiva y te hacen repensar todas tus teorías estúpidas.
Así que sí, aquí estoy, de nuevo, replanteándome todo.