sábado, 10 de marzo de 2012

¿Creer o no creer?

Les paso un artículo que escribí esta semana para una clase. No he tenido mucho tiempo para escribir en las últimas semanas de finales en la universidad, so enjoy!



El primero de Febrero de 2011 a la 1:55 de tarde explotó una moto bomba en el municipio de Tumaco, Nariño, la explosión causó la muerte de 11 personas y dejó a otras 70 heridas. Tumaco es la segunda ciudad de Nariño y es tiene un puerto marítimo sobre el océano Pacífico, que además, limita con la República del Ecuador y que últimamente ha atraído a un gran número de extranjeros por ser ideal para realizar ecoturismo. Como la mayoría de ciudades colombianas, Tumaco, es un lugar con un potencial desperdiciado porque el país se ha olvidado de ella.

Como es usual actualmente, la noticia fue transmitida segundos después en todas las redes sociales con fotos e información básica de lo ocurrido y en cuestión de horas todos los medios de comunicación del país contaron lo sucedido, asegurando que se trataba de un hecho cometido por las FARC. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) comenzó como un grupo guerrillero de ideales marxistas, opositores del gobierno capitalista del Frente Nacional. El grupo se consolidó y sembró el temor, al hacerlo adquirió poder sobre el gobierno y sobre los colombianos. Se embriagaron de poder y desde entonces se han visto involucrados en actividades extorsivas, secuestros y narcotráfico.

Las FARC son el grupo guerrillero más antiguo de Latinoamérica y como tal, han sido protagonistas del mayor conflicto violento en la historia de Colombia, asesinando miles de personas, recluyendo menores de edad, extorsionando y haciendo atentados que han incitado tal número de desplazados, que se ha convertido en un problema social al que aún no le han encontrado solución definitiva. Por lo tanto las FARC directa e indirectamente han afectado al pueblo colombiano, cambiando las estructuras de la sociedad, desequilibrando la vida citadina y rural, haciendo que el país se enfrente a un problema social sin precedentes.

Desde el punto de vista sociológico, se define un conflicto social, desde Lewis Coser, como “una lucha por los valores y por el estatus, el poder y los recursos escasos, en el curso de la cual los oponentes desean neutralizar, dañar o eliminar a sus rivales. Un conflicto social será cuando transciende lo individual y afecte la propia estructura de la sociedad”. Esto lo encontramos reflejado claramente en la manera en la cual las FARC han debilitado al gobierno colombiano desde crisis sociales, para tener ellos mayor poder, ignorando los cambios drásticos que ha tenido que vivir la sociedad a costa de esto.

El desplazamiento forzoso y la crisis de seguridad que vivió el país durante tantos años y ese forcejeo de poder y recursos, creó un caos del que es muy difícil recuperarnos. Muchos pueblos quedaron desiertos, las ciudades más grandes recibieron miles y millones (en el caso de Bogotá) de habitantes inesperados, que se ubicaron donde pudieron, viviendo situaciones de extrema pobreza pero sin ánimo alguno de regresar a su tierra porque el miedo es más grande que el hambre, el frío y la sed. Esta situación ha desencadenado crisis en las grandes ciudades del país, que no estaban preparadas ni social ni estructuralmente para recibir tal aumento poblacional.

A lo largo de los años, desplazados de todo el país se han abierto campo en las ciudades, se han acostumbrado a la anónima “seguridad” que les brindan, los campesinos se han vuelto violentos, los niños han dejado de estudiar, los jóvenes han comenzado a robar, aún así, para ellos no hay vuelta atrás, la vida citadina los ha consumido. Así, mientras Bogotá colapsa atestado de multitudes de personas, pueblos como El Salado, Sucre, siguen desiertos; lentamente se ha concentrado el poder y se ha olvidado al resto del país, se lo han regalado a las FARC para que haga de las suyas. Así, lugares como Tumaco, sólo se recuerdan cuando se pasan este tipo de noticias y se vuelven a olvidar poco tiempo después.

Aunque le debemos todo tipo de problemas sociales a las FARC, no existe una sola versión de cada historia, pues, aunque no se pueden negar los actos atroces que han cometido, saber a ciencia cierta que ellos son los autores intelectuales del atentado de Tumaco, como lo afirmó el ministro de defensa Juan Carlos Pinzón a sólo unas cuantas horas de sucedido, genera ciertas dudas. Sobretodo porque el gobierno ha llegado anteriormente a puntos de desesperación tan altos, que han matado civiles inocentes para demostrar una falsa seguridad a sus ciudadanos.

Tal es el caso de los falsos positivos, en el cual el entonces presidente de la república, Álvaro Uribe Vélez ofreció a la fuerzas militares colombianas dinero a cambio de cadáveres de guerrilleros. Soldados  motivados por la recompensa, optaron por matar a civiles inocentes y hacer pasar sus cadáveres por guerrilleros muertos en combate para reclamar su dinero. Por mucho tiempo estos cadáveres fueron orgullo del gobierno nacional, el presidente ufanaba del número de muertos para comunicarle al pueblo colombiano que el gobierno se estaba haciendo cargo de las FARC, que no había razón por la cual preocuparse. Sin embargo, cuando las familias de los desaparecidos comenzaron a reclamar y a unir cabos, salió a la luz pública que esos cadáveres no eran más que personas inocentes, cuya existencia fue considerada tan infructífera, tan irrisoria, que las fuerzas militares pensaron que no iban a hacer falta. Que efectivamente se encontraban en las zonas olvidadas de un país centralizado.

Por casos como este, he comenzado a perderle fe al gobierno, a sus funcionarios, a sus intereses. Y siempre que se presentan noticias en las que el gobierno se apresura a brindar “seguridad”, me cuestiono varias veces: ¿creer o no creer?

Antes de llegar a una conclusión sobre si creerle a los medios de comunicación parcializados con las políticas del actual gobierno (periódico El Tiempo con el gobierno del actual presidente Juan Manuel Santos) hay que investigar el contexto de la noticia, el lugar de los hechos, los principales involucrados y, lo que me pareció más importante e interesante, leer la prensa regional.

El Diario del Sur es el periódico más importante del departamento de Nariño, presenta diariamente noticias sobre todo lo que ocurre en la región y el país. Al vivir la explosión de la moto bomba en Tumaco, recibieron información de primera mano de personas que vivieron el momento y relataron los hechos. Sus noticias al respecto, sin embargo, brindan información meramente descriptiva y cero analítica, puedo afirmar que casi se niegan a nombrar un autor intelectual de los hechos por ellos mismos, más por miedo que por otra cosa. Esperan y se paran en las declaraciones de funcionarios del gobierno. Brindan muchas fotos de lo ocurrido: caos, destrucción, fuego, heridos, hospitales, escombros. Eso es lo que vende, supongo, deben satisfacer el morbo de las personas para sobrevivir.

No obstante, los habitantes y altos funcionarios de Tumaco aprovechan esta oportunidad de ser recordados por el país, de ser noticia nacional, para realizar protestas por todo lo que ha estado sucediendo en su región: cultivos ilícitos, presencia de terroristas y el más reciente, un atentado al centro de la ciudad. Claman atención desesperadamente y reconociendo su condición de región olvidada, recurren a buscar atención de organizaciones internacionales y quien quiera que los pueda ayudar. Tristemente, una semana después Tumaco no hace parte de las noticias nacionales y mucho menos internacionales, ha vuelto a su anonimato, a su existencia fantasmal.

El periódico El Tiempo, al igual que el gobierno colombiano, encabezado esta vez por el ministro de defensa, buscan brindar rápidamente seguridad a los habitantes de Tumaco y sus alrededores de diferentes maneras. Primero el ministro a tan sólo un día después del atentado, dice que ya hay culpable que se encuentran capturados por el atentado, sin dar mayores especificaciones, también, acude a la zona para que sus habitantes se sientan tenidos en cuenta y el hecho no pase a mayores (como paros o protestas). El Tiempo, por su parte, hace un pequeño homenaje a las personas que allí murieron, contando un poco de sus vidas en el periódico de mayor fama nacional, esto con el mismo fin de acallar a los allegados de las víctimas.

Entonces, aún habiendo completado la tarea de investigar los hechos mediante la prensa nacional y la prensa regional, me doy cuenta que en ellos no se encuentra suficiente información como para determinar si creo o no creo en la información que me están brindando, directamente desde funcionarios del gobierno. Debo investigar algunos datos más.

Habiendo descartado los medios de comunicación como fuente de información, recurro al único lugar que todavía, en Colombia, no se encuentra parcializado ni privatizado, sino completamente libre: la red. Encuentro algunos datos interesantes muy pertinentes en la noticia de Tumaco, como por ejemplo que muy cerca de allí fue el asesinato al entonces jefe de las FARC alias Raúl Reyes, el cual generó una crisis diplomática entre Colombia y Ecuador, en la que más tarde se vio involucrado Venezuela. Las FARC han estado merodeando la región por años porque Ecuador no los considera un grupo terrorista, y es por esto que aprovechan la oportunidad para refugiarse en el vecino país. Además, Tumaco es el puerto colombiano más importante del océano Pacífico, por el cual seguramente transitan a diario grandes cantidades de drogas ilícitas.

Luego de conocer este tipo de datos, me pregunto ¿por qué en un país de tan mala memoria, estos no son incluidos en las noticias? Si el objetivo es que confiemos en las palabras del ministro, que creamos que las FARC son las culpables del atentado, deberían presentar estos datos como información crucial para la credibilidad de sus palabras.

Mi curiosidad, entonces, ha cambiado de rumbo, es ahora por las personas que escriben estos artículos “informativos” y ni siquiera escriben sus nombres debajo de ellos. ¿A quién le reclamo? El periódico nos quiere decir que no hay responsable de escribir semejantes artículos vacíos de información, ni siquiera aquí en la muy centralizada capital de la república, ni siquiera con los intereses del gobierno en juego. Me ofendo, todos los demás artículos políticos son del mismo corte, ahora entiendo porque hay tantas personas que prefieren informarse por redes sociales y  blogs: la información la presentan igual de subjetiva pero siquiera mejor sustentada.

Volviendo a la noticia de la culpabilidad de las FARC en el atentado contra una estación de policía en Tumaco, Nariño, concluyo que es muy probable que estos sean los autores del crimen. La región, tan prioritaria para sus intereses, debe haberse rebelado ante su poderío sobre ellos y sólo para demostrarles que ellos siguen teniendo el poder, hacen un atentado a su fuerza pública. Una acción que ha demostrado anteriormente que sirve para generar pánico y convertir a los rebeldes en sumisos. El gobierno, consciente de lo delicado de la zona, sabe inmediatamente de qué se trata, afirma enseguida que los culpables son las FARC, como seguramente ya lo sabían todos los habitantes de la zona, y toma presos a presuntos responsables.

Así que, al final decido, por esta vez, creer… y no renovar mi suscripción a El Tiempo, hay mejoras maneras de mantenerme informada.







Referencias bibliográficas:
Ÿv  Coser, L.A. (1961) Las funciones del conflicto social. México: FCE.
 Sin autor. (2012, 2 de febrero). FARC detrás de la bomba de Tumaco. El Tiempo, p. 4.
Ÿv  Sin autor. (2012, 5 de febrero). Vidas sesgadas por el terror de las FARC. El Tiempo, p.22.
Ÿv  Sin autor. (2012, 2 de febrero). Especial: Explota moto bomba en Tumaco. El Diario del Sur, primera plana.
Ÿv  Sin autor. (2012, 6 de febrero). Tumaco: No más violencia. El Diario del Sur, web. Recuperado el 6 de febrero de 2012 de http://www.diariodelsur.com.co/nvodiariodelsur/portal/paginasdeldia/2012-02-05/tumaco.html

miércoles, 22 de febrero de 2012

Homenaje a Carlina



Escribo hoy con ánimo de tener una música de fondo. Y esta canción de Bob Dylan no podría ser una mejor opción, la conocí a través del artículo de Héctor Abad Faciolince que fue quien me inspiró a escribir hoy.

Hoy, por primera vez en mi blog escribo sobre cine, una afición profunda pero sobre la cual nunca había tenido ánimos de escribir al respecto. Confieso que me encanta dedicarle un par de horas a una película, buena o mala, porque me parece que deja enseñanzas fascinantes y siempre deja mucho para hablar. Es que, sinceramente, disfruto mucho más conversar el cine, discutirlo y hasta pelearlo, pero esta vez, esta película, hizo completamente necesaria crear esta entrada.

Se trata de The Help, una película que me conmovió hasta los huesos, que me movió tanto que lloré media película, pero que además está impecablemente hecha (tiene 4 nominaciones a los Óscar de este año, que en realidad me parecen pocas para lo que es esta película), con actrices de demasiada calidad que personificaron sus papeles de una manera perfecta. Me animo a escribir sobre esta película porque la sentí tan cercana, casi mía, que me derrumbó.

La película que se trata del trato racista que existía entre las familias blancas y sus empleadas domésticas negras en Estados Unidos en los años 60s, que se encargaban no sólo de cocinar y limpiar sino de la crianza de los hijos pequeños (no porque sus madres trabajaran, sino porque esa no era considerada su labor), me recordó mi propia infancia, con algunas cuantas diferencias. Pues, mientras mi mamá trabajaba, a mí me cuidaba y me atendía mi nana, igual de negra que Viola Davis: Carlina o como le dije toda la vida "Paca".

Desde que tengo uso de razón recuerdo a Carlina conmigo, su comida sigue siendo mi favorita, aunque hace mucho que no la pruebo, el amor que siento por ella va a estar presente el resto de mi vida, de eso estoy segura. Aunque la historia de The Help fue hace más de 40 años, en mi casa, la empleada tiene su propio baño y no es que esté prohibido que use el de los demás, pero no creo que sea muy agradable de ver para mis papás. Es impresionante qué tan atrasada está Colombia con respecto al resto del mundo, todas nuestras costumbres están aferradas a tiempos antiguos y primitivos que jóvenes de mi misma edad alrededor del mundo, nunca han llegado a vivir.

Sin embargo, ahí vamos, con pasos pequeños pero seguros (eso espero), donde cada vez escasean más las empleadas de servicio porque ya las que estaban "destinadas" a eso se han resistido y han tomado sus propias decisiones. Lo único que quiero decir con esto es que gracias a la crianza de mi mamá, crecí valorando a Paca, queriéndola y pienso que este pequeño homenaje se lo tiene más que merecido, porque aunque no sea su hija le heredé muchas cosas: su amor por Diomedes, su risa, su espontaneidad, su franqueza y su fuerza de carácter. Carlina fue como una segunda mamá; y como nunca pudo tener hijos, ella también me considera su hija, aún hoy, cuando cria/cuida a otra bebé de brazos.


Por último y más importante quiero recomendarles a todos que se vean The Help, porque vale la pena porque es perfecta. Y sobretodo los invito a que la vean y se animen a hacer comparaciones... que para mí no son odiosas, y nos dejan mucho que pensar, que aprender y ojalá... mucho que aplicar a nuestras vidas.





miércoles, 8 de febrero de 2012

He vuelto

Después de casi un año de ausencia y un sinnúmero de borradores en mi lista de entradas al blog, me decido a volver a escribir (y a publicar), porque mi cabeza no puede dejar de darme vueltas y bueno, aunque casi nadie o nadie lea esto, es una buena forma de desahogarme y darle un poco de tranquilidad a mis locos pensamientos.


Resulta que tuve una oportunidad que muchas personas sueñan con tener: estuve en París. Pero no sólo eso, viví su vida cotidiana al lado de una de las personas que más amo y admiro en este mundo, mi hermana, quien vive allá hace 2 años. Aunque es la segunda vez que visito París, la experiencia esta vez fue completamente diferente. Y sí, comprobé de nuevo el encanto de sus calles, la perfección de su arquitectura, la belleza de sus parques, la riqueza de su historia, me di gusto yendo a todos los sitios turísticos de mi interés con todo el tiempo del mundo, pero a pesar de todo eso debo admitirles que el real encanto de París (y creo que de todo), es lo que pasa después de recorrer lo turístico, después de salirse de lo obvio. La magia sucede cuando uno se mezcla con los parisinos, cuando conoce los caminos cortos, cuando habla con la gente, cuando sube su metro, cuando escucha su música... ahí es cuando todo comienza a tener sentido.


Me enamoré de París y más que eso me enamoré de la tranquilidad de caminar las calles de una ciudad con cámara y celular en mano sin preocupación alguna de que te vayan a robar, pero esto no es nada nuevo. Lo que fue de verdad nuevo fueron mis ganas de no volver nunca jamás a Colombia, porque nunca antes en otro viaje había tenido semejante sentimiento. No hice sino reprochar este sentimiendo todo mi viaje de vuelta, ¿por qué siendo yo una fiel creyente del potencial de mi país, no quiero volver? ¿por qué si siempre he sido de desafío y qué mejor desafío que Colombia? ¿por qué si allá lo tengo todo y aquí no tengo nada? Después de más de 20 días pensando y añorando mis días parisinos, que aun odiando el frío los amé, hoy me iluminé, o en idioma de diseñador (que por estos días me andan pidiendo que use todo el tiempo) ¡tuve un insight!


Los colombianos tenemos un problema serio de identidad, más serio de lo que pensaba. Siempre queremos ser cool y para eso tenemos que ser mejores que los demás, tenemos que demostrar que no somos populachos y ridiculamente aquí eso se demuestra con cosas materiales "exclusivas": carro caro, bolso caro, ropa cara, celular caro, computador caro, apartamento caro, zapatos caros, etc. y entre más se sepa que es caro ¡mejor! Lo que nos lleva a que entre más se vea la marca "cara" y cool ¡mejor! Que sólo refleja, como decía un profesor, que "la clase media-alta colombiana está llena de gente con síndrome de nuevo rico". Y obvio, todos se escandalizan y creen que no es con ellos. Pero ¡sí! Es conmigo y contigo, el que está leyendo esto en la comodidad de su casa, en su computador portátil con su camisa Armani y sus zapatos Lacoste, y también con la que tiene todos los bolsos Louis Vuitton de imitación y también con la que los tiene originales.


En Colombia, en mi vida, en nuestras vidas, siempre estamos queriendo ser más de lo somos, que digo, siempre estamos queriendo que las demás personas crean que TENEMOS más de lo que tenemos. Porque aquí el "ser" no significa nada. Para la clase media (que somos nosotros) se trata de tener y de mostrar lo que se tiene. Sin embargo, no somos culpables de esto, somos víctimas. A diferencia de la mayoría de países latinoamericanos, en Colombia no hemos sufrido ninguna revolución popular, lo que nos ha llevado a todos pero sobre todo a la clase media cachaca, a rechazar lo popular colombiano. Y es entonces cuando comenzamos a rechazar nuestra realidad. Mientras los mexicanos aman su popularidad, gozan con el Día de los Muertos, se mezclan sin diferencias de clases sociales, mientras los argentinos en su "europeidad" bailan tangos y van a Caminito orgullosos, a los bogotanos no les gusta el vallenato, pocos conocen cumbia y tildan de "guiso" todo lo popular.
Todos nos vamos volviendo modelitos repetidos de lo que consideramos cool, o peor, chic. Lo chistoso del caso es que nos hemos vuelto tan locos que consideramos a Zara lo máximo cuando en realidad es el "Tierra Santa" europeo (y ahora todos se hacen los que no saben qué es eso). Tenemos los valores invertidos. Lo entendemos todo alrevés. Mientras un francés prefiere lo francés antes que un producto de cualquier otro lugar del mundo, un colombiano prefiere lo que sea de cualquier otro lugar del mundo antes que lo colombiano. Pero hay que entender que para llegar a ese punto ellos tuvieron que vivir dos guerras mundiales de primera mano y una revolución que los llevo al borde de un abismo, en el cual terminaron cayendo. Y al caer y al verse derrotados se unificaron como pueblo, se conocieron ellos mismos, se fortalecieron y renacieron con identidad patria.


Nos hace falta identidad, es cierto, pero más que eso nos hace falta una revolución popular, ¡ya es hora! Donde todos seamos iguales, nos unifiquemos y nos fortalezcamos para crear la sociedad que queremos, donde podamos ser como somos, donde sea más importante tener algo en la cabeza antes que en las manos. Donde entendamos que somos clase media y lo abracemos, porque las clases medias son las que mueven los países, no que vivamos la vida como nuevos ricos queriendo pretender lo que no somos. Pero ahora tengo miedo de que nunca vaya a pasar, hemos visto guerra durante años, hemos visto como nos roban los funcionarios públicos, como nos roban nuestros minerales preciosos países y empresas extranjeras, hemos visto homicidios por robar un celular, hemos visto pobreza extrema, hemos visto injusticias por montones, lo hemos visto todo. ¿Qué será lo que necesitamos para reaccionar? Hemos visto tanto, que ya nada es suficiente.


Seguro aún después de esta larga entrada mi cabeza seguirá deambulando con respecto a este tema. Pero quiero decirles que he vuelto a Colombia y que he vuelto recargada, llena de otros mundos, de otras experiencias y de otras personas, he vuelto llena de ideas, de comparaciones para nada odiosas y de muchas ganas de poner a andar mi vida y este blog olvidado. He vuelto con ganas de volverme a ir.