Después de casi un año de ausencia y un sinnúmero de borradores en mi lista de entradas al blog, me decido a volver a escribir (y a publicar), porque mi cabeza no puede dejar de darme vueltas y bueno, aunque casi nadie o nadie lea esto, es una buena forma de desahogarme y darle un poco de tranquilidad a mis locos pensamientos.
Resulta que tuve una oportunidad que muchas personas sueñan con tener: estuve en París. Pero no sólo eso, viví su vida cotidiana al lado de una de las personas que más amo y admiro en este mundo, mi hermana, quien vive allá hace 2 años. Aunque es la segunda vez que visito París, la experiencia esta vez fue completamente diferente. Y sí, comprobé de nuevo el encanto de sus calles, la perfección de su arquitectura, la belleza de sus parques, la riqueza de su historia, me di gusto yendo a todos los sitios turísticos de mi interés con todo el tiempo del mundo, pero a pesar de todo eso debo admitirles que el real encanto de París (y creo que de todo), es lo que pasa después de recorrer lo turístico, después de salirse de lo obvio. La magia sucede cuando uno se mezcla con los parisinos, cuando conoce los caminos cortos, cuando habla con la gente, cuando sube su metro, cuando escucha su música... ahí es cuando todo comienza a tener sentido.
Me enamoré de París y más que eso me enamoré de la tranquilidad de caminar las calles de una ciudad con cámara y celular en mano sin preocupación alguna de que te vayan a robar, pero esto no es nada nuevo. Lo que fue de verdad nuevo fueron mis ganas de no volver nunca jamás a Colombia, porque nunca antes en otro viaje había tenido semejante sentimiento. No hice sino reprochar este sentimiendo todo mi viaje de vuelta, ¿por qué siendo yo una fiel creyente del potencial de mi país, no quiero volver? ¿por qué si siempre he sido de desafío y qué mejor desafío que Colombia? ¿por qué si allá lo tengo todo y aquí no tengo nada? Después de más de 20 días pensando y añorando mis días parisinos, que aun odiando el frío los amé, hoy me iluminé, o en idioma de diseñador (que por estos días me andan pidiendo que use todo el tiempo) ¡tuve un insight!
Los colombianos tenemos un problema serio de identidad, más serio de lo que pensaba. Siempre queremos ser cool y para eso tenemos que ser mejores que los demás, tenemos que demostrar que no somos populachos y ridiculamente aquí eso se demuestra con cosas materiales "exclusivas": carro caro, bolso caro, ropa cara, celular caro, computador caro, apartamento caro, zapatos caros, etc. y entre más se sepa que es caro ¡mejor! Lo que nos lleva a que entre más se vea la marca "cara" y cool ¡mejor! Que sólo refleja, como decía un profesor, que "la clase media-alta colombiana está llena de gente con síndrome de nuevo rico". Y obvio, todos se escandalizan y creen que no es con ellos. Pero ¡sí! Es conmigo y contigo, el que está leyendo esto en la comodidad de su casa, en su computador portátil con su camisa Armani y sus zapatos Lacoste, y también con la que tiene todos los bolsos Louis Vuitton de imitación y también con la que los tiene originales.
En Colombia, en mi vida, en nuestras vidas, siempre estamos queriendo ser más de lo somos, que digo, siempre estamos queriendo que las demás personas crean que TENEMOS más de lo que tenemos. Porque aquí el "ser" no significa nada. Para la clase media (que somos nosotros) se trata de tener y de mostrar lo que se tiene. Sin embargo, no somos culpables de esto, somos víctimas. A diferencia de la mayoría de países latinoamericanos, en Colombia no hemos sufrido ninguna revolución popular, lo que nos ha llevado a todos pero sobre todo a la clase media cachaca, a rechazar lo popular colombiano. Y es entonces cuando comenzamos a rechazar nuestra realidad. Mientras los mexicanos aman su popularidad, gozan con el Día de los Muertos, se mezclan sin diferencias de clases sociales, mientras los argentinos en su "europeidad" bailan tangos y van a Caminito orgullosos, a los bogotanos no les gusta el vallenato, pocos conocen cumbia y tildan de "guiso" todo lo popular.
Todos nos vamos volviendo modelitos repetidos de lo que consideramos cool, o peor, chic. Lo chistoso del caso es que nos hemos vuelto tan locos que consideramos a Zara lo máximo cuando en realidad es el "Tierra Santa" europeo (y ahora todos se hacen los que no saben qué es eso). Tenemos los valores invertidos. Lo entendemos todo alrevés. Mientras un francés prefiere lo francés antes que un producto de cualquier otro lugar del mundo, un colombiano prefiere lo que sea de cualquier otro lugar del mundo antes que lo colombiano. Pero hay que entender que para llegar a ese punto ellos tuvieron que vivir dos guerras mundiales de primera mano y una revolución que los llevo al borde de un abismo, en el cual terminaron cayendo. Y al caer y al verse derrotados se unificaron como pueblo, se conocieron ellos mismos, se fortalecieron y renacieron con identidad patria.
Nos hace falta identidad, es cierto, pero más que eso nos hace falta una revolución popular, ¡ya es hora! Donde todos seamos iguales, nos unifiquemos y nos fortalezcamos para crear la sociedad que queremos, donde podamos ser como somos, donde sea más importante tener algo en la cabeza antes que en las manos. Donde entendamos que somos clase media y lo abracemos, porque las clases medias son las que mueven los países, no que vivamos la vida como nuevos ricos queriendo pretender lo que no somos. Pero ahora tengo miedo de que nunca vaya a pasar, hemos visto guerra durante años, hemos visto como nos roban los funcionarios públicos, como nos roban nuestros minerales preciosos países y empresas extranjeras, hemos visto homicidios por robar un celular, hemos visto pobreza extrema, hemos visto injusticias por montones, lo hemos visto todo. ¿Qué será lo que necesitamos para reaccionar? Hemos visto tanto, que ya nada es suficiente.
Seguro aún después de esta larga entrada mi cabeza seguirá deambulando con respecto a este tema. Pero quiero decirles que he vuelto a Colombia y que he vuelto recargada, llena de otros mundos, de otras experiencias y de otras personas, he vuelto llena de ideas, de comparaciones para nada odiosas y de muchas ganas de poner a andar mi vida y este blog olvidado. He vuelto con ganas de volverme a ir.
Resulta que tuve una oportunidad que muchas personas sueñan con tener: estuve en París. Pero no sólo eso, viví su vida cotidiana al lado de una de las personas que más amo y admiro en este mundo, mi hermana, quien vive allá hace 2 años. Aunque es la segunda vez que visito París, la experiencia esta vez fue completamente diferente. Y sí, comprobé de nuevo el encanto de sus calles, la perfección de su arquitectura, la belleza de sus parques, la riqueza de su historia, me di gusto yendo a todos los sitios turísticos de mi interés con todo el tiempo del mundo, pero a pesar de todo eso debo admitirles que el real encanto de París (y creo que de todo), es lo que pasa después de recorrer lo turístico, después de salirse de lo obvio. La magia sucede cuando uno se mezcla con los parisinos, cuando conoce los caminos cortos, cuando habla con la gente, cuando sube su metro, cuando escucha su música... ahí es cuando todo comienza a tener sentido.
Me enamoré de París y más que eso me enamoré de la tranquilidad de caminar las calles de una ciudad con cámara y celular en mano sin preocupación alguna de que te vayan a robar, pero esto no es nada nuevo. Lo que fue de verdad nuevo fueron mis ganas de no volver nunca jamás a Colombia, porque nunca antes en otro viaje había tenido semejante sentimiento. No hice sino reprochar este sentimiendo todo mi viaje de vuelta, ¿por qué siendo yo una fiel creyente del potencial de mi país, no quiero volver? ¿por qué si siempre he sido de desafío y qué mejor desafío que Colombia? ¿por qué si allá lo tengo todo y aquí no tengo nada? Después de más de 20 días pensando y añorando mis días parisinos, que aun odiando el frío los amé, hoy me iluminé, o en idioma de diseñador (que por estos días me andan pidiendo que use todo el tiempo) ¡tuve un insight!
Los colombianos tenemos un problema serio de identidad, más serio de lo que pensaba. Siempre queremos ser cool y para eso tenemos que ser mejores que los demás, tenemos que demostrar que no somos populachos y ridiculamente aquí eso se demuestra con cosas materiales "exclusivas": carro caro, bolso caro, ropa cara, celular caro, computador caro, apartamento caro, zapatos caros, etc. y entre más se sepa que es caro ¡mejor! Lo que nos lleva a que entre más se vea la marca "cara" y cool ¡mejor! Que sólo refleja, como decía un profesor, que "la clase media-alta colombiana está llena de gente con síndrome de nuevo rico". Y obvio, todos se escandalizan y creen que no es con ellos. Pero ¡sí! Es conmigo y contigo, el que está leyendo esto en la comodidad de su casa, en su computador portátil con su camisa Armani y sus zapatos Lacoste, y también con la que tiene todos los bolsos Louis Vuitton de imitación y también con la que los tiene originales.
En Colombia, en mi vida, en nuestras vidas, siempre estamos queriendo ser más de lo somos, que digo, siempre estamos queriendo que las demás personas crean que TENEMOS más de lo que tenemos. Porque aquí el "ser" no significa nada. Para la clase media (que somos nosotros) se trata de tener y de mostrar lo que se tiene. Sin embargo, no somos culpables de esto, somos víctimas. A diferencia de la mayoría de países latinoamericanos, en Colombia no hemos sufrido ninguna revolución popular, lo que nos ha llevado a todos pero sobre todo a la clase media cachaca, a rechazar lo popular colombiano. Y es entonces cuando comenzamos a rechazar nuestra realidad. Mientras los mexicanos aman su popularidad, gozan con el Día de los Muertos, se mezclan sin diferencias de clases sociales, mientras los argentinos en su "europeidad" bailan tangos y van a Caminito orgullosos, a los bogotanos no les gusta el vallenato, pocos conocen cumbia y tildan de "guiso" todo lo popular.
Todos nos vamos volviendo modelitos repetidos de lo que consideramos cool, o peor, chic. Lo chistoso del caso es que nos hemos vuelto tan locos que consideramos a Zara lo máximo cuando en realidad es el "Tierra Santa" europeo (y ahora todos se hacen los que no saben qué es eso). Tenemos los valores invertidos. Lo entendemos todo alrevés. Mientras un francés prefiere lo francés antes que un producto de cualquier otro lugar del mundo, un colombiano prefiere lo que sea de cualquier otro lugar del mundo antes que lo colombiano. Pero hay que entender que para llegar a ese punto ellos tuvieron que vivir dos guerras mundiales de primera mano y una revolución que los llevo al borde de un abismo, en el cual terminaron cayendo. Y al caer y al verse derrotados se unificaron como pueblo, se conocieron ellos mismos, se fortalecieron y renacieron con identidad patria.
Nos hace falta identidad, es cierto, pero más que eso nos hace falta una revolución popular, ¡ya es hora! Donde todos seamos iguales, nos unifiquemos y nos fortalezcamos para crear la sociedad que queremos, donde podamos ser como somos, donde sea más importante tener algo en la cabeza antes que en las manos. Donde entendamos que somos clase media y lo abracemos, porque las clases medias son las que mueven los países, no que vivamos la vida como nuevos ricos queriendo pretender lo que no somos. Pero ahora tengo miedo de que nunca vaya a pasar, hemos visto guerra durante años, hemos visto como nos roban los funcionarios públicos, como nos roban nuestros minerales preciosos países y empresas extranjeras, hemos visto homicidios por robar un celular, hemos visto pobreza extrema, hemos visto injusticias por montones, lo hemos visto todo. ¿Qué será lo que necesitamos para reaccionar? Hemos visto tanto, que ya nada es suficiente.
Seguro aún después de esta larga entrada mi cabeza seguirá deambulando con respecto a este tema. Pero quiero decirles que he vuelto a Colombia y que he vuelto recargada, llena de otros mundos, de otras experiencias y de otras personas, he vuelto llena de ideas, de comparaciones para nada odiosas y de muchas ganas de poner a andar mi vida y este blog olvidado. He vuelto con ganas de volverme a ir.
Divino! Te amo!
ResponderBorrarS.
Siento orgullo "de madre" al leer tu sentimiento. El problema identificado hace el 50% de la solución. Se necesitan personas que se conviertan en líderes que ejecuten y no se dejen permear. Solo las nuevas generaciones como la tuya con ímpetu pueden tener la oportunidad de salvarnos para los que vienen. Que tus ganas de poner a andar tu vida sea contagiosa. Un besito y un te quiero. María Inés.
ResponderBorrarEspectacular Nena,Me fascina el corazon que le pones y la madurez con la que conmparas los 2 mundos y si, tienes Razon nos hace falta Identidad, Creer en lo nuestro, en lo que somos capaz de Disfrutar,Hacer,Afrontar,defender y unificar,en fin un sin numero de cosas por nuestra patria,pero antes que nada personas que con profesionalismo e inteligencia como tu, contagien ese deseo de hacer de nuestro Pais el mejor vividero del mundo.
ResponderBorrarPiki;Dios te Bendiga y te siga llenando de Sabiduria,TQM Besitos.
"LILY"